Nuevo inicio de año, nuevo 20 de enero y nueva cita a las
puertas de la Santa María y San Pedro.
Los que siguen el blog se habrán dado cuenta que está un poco falto de atención, y es que otros proyectos y menesteres personales han ido solicitando mi tiempo por lo que no he podido dedicarme a él como se gustaría. Pero si hablamos del Robo de San Sebastián, es bien merecedor de un esfuerzo extra y dejar constancia de esta lucha entre iguales que deja a todos como hermanos.
He de decir que en los últimos
años se ha congregado una generosa multitud para disfrutar de esta increíble
tradición, pero este año, el 2019, mi impresión es que los asistentes
estuvieron un poquito más juntos y apretaditos, si cabe, por lo deduzco que la afluencia ha sido mayor.
Basta decir que si bien ha sido un Robo
no demasiado largo ni mucho menos ha sido corto, con sus 22 minutos de duración. Hubo disputa
y lucha, no tanta "sangre" como en años inmediatamente anteriores (aunque esto impresión subjetiva),
pero con la misma determinación para levantar la Cruz, ese tesoro que eleva al
cielo al ladrón y todos sus hermanos.
El robo estuvo auspiciado por
una meteorología amenazante que sin embargo descargó bastante lluvia en las
horas previas, aunque brindó una tregua que fue bienvenida por todos los
presentes. Bastante penitencia impuso el frío como para además mortificar el acto con la lluvia, aunque al calor de la muchedumbre todo fue mucho más llevadero.
El grupo de ladrones fue y
volvió, andó y anduvo por toda la plaza, se empotró contra muros y fachadas e
hizo los deleites de los asistentes con mucha actividad. Sólo gracias a la
contención activa de algunos evitó la fuga por la C/ Rambla hasta los Caños,
como ocurrió el año pasado.
Este año evité seguir a grupo y
cogí posiciones a cierta distancia y altura para hacer las fotos. Me limitó en cuanto a
tener fotografías de la mismísima acción de la lucha, pero me dio más perspectiva en la visión y también más tranquilidad para con el equipo fotográfico.
Finalmente, Moisés
Barragán, consiguió arrebatar de las fauces de decenas de fieras manos la Cruz
y emergerla a lo más alto, donde ya nadie podría desposeerlo del honor de ser
el deseado Ladrón.
¡VIVA SAN SEBASTIÁN!