Nuevo 20 de enero, nuevo Robo para la Leyenda.
Si el año pasado no había
calificativo posible para la lucha fratricida entre aspirantes a hermanos de
San Sebastián, lo de este año, el 2018, queda fuera de toda calificación.
Si bien es normal, como cada
año, que el reclamo de esta singular celebración cite en el cruce de las calle
Rambla, calle Nueva y calle Cardenal Mendoza a una generosa multitud. Este año ha conformado un manto uniforme de cabecitas que se extendía por mucho, más allá de
la plaza de España, para asombro de propios y extraños.
Un poco antes de las 17:00
horas, a falta de pocos minutos para la apertura de los portones de la Iglesia
Santa María y San Pedro se podía palpar el nerviosismo en el ambiente, cargado
de una emoción perceptible para cualquiera de los presentes. Pero esta
emoción, cuando además de "verse", se "huele" y se
"siente", casi se puede distinguir el chisporroteo en los corazones
de los aspirantes a Hermanos. Aspirantes que comenzaron buscando las mejores posiciones en derredor a la puerta de la iglesia. Aspirantes que desde la vanguardia, se
les distinguen miradas confidentes y gestos que les delatan divagaciones a
todos esos repasos mentales de conjuras y tácticas meditadas con antelación.
El día era propicio y las
fechas acompañan para una año de fructíferas celebraciones. Sumado a la compañía de una
multitud que mostraba gran expectación: las ganas y las expectativas de un robo
singular eran muchas. Y las expectativas no defraudaron.
Desde el primer acto, el de la
entrega de la Cruz a la muchedumbre, se adivinó lo caro y sufrido que sería el
robo de este año. En un abrir y cerrar de ojos la Cruz fue sumergida entre un tejido de manos,
carne y hueso que hasta después de 45 minutos de salvaje lucha no volvió a
respirar, alta y gloriosa, para proclama y orgullo de los nuevos Hermanos.
Y es que 45 minutos dan para
mucho, siendo en este caso mucho dolor, golpes y sufrimiento que se sucedió
durante la lucha por el robo. El recorrido que realizó la cuadrilla de personas
que aspiraban al robo fue ciertamente kilométrico. Durante los primeros
compases la turba se entretuvo en vaivenes por la plaza de España, a puertas de la iglesia, para
como en aquellas corridas de toros en los que el astado migra de un poderoso
salto del albero hasta las gradas, para estupor de los asistentes. Pues nuestra
voluntariosa cuadrilla realizaba lo propio y, literalmente, saltó por las
escaleras y jardineras y comenzó su lento y agónico descenso por la C/ Rambla
donde hizo una primera parada en los legendarios Caños. La parada fue breve y continuó cuesta
abajo donde, quien sabe si por orden tácita de la Benemérita, detenerse a
puertas del cuartel de la Guardia Civil y dar las últimas sacudidas de esta
bestial batalla. Finalmente, no se sabe si por extenuación ajena o resistencia
propia, pero siempre por mérito particular, consiguieron proclamarse los
nuevos Hermanos siendo su abanderado Jesús Molinero Ruiz.
Como apunte me gustaría reseñar la grandísima y desproporcionada afluencia de público que disfrutó en el año 2018 de esta pasional constumbre. No tengo un recuento oficial pero a buen seguro fue de récord.
Para aquellos neófitos en estas
lindes os remito a la entrada del año pasado: Robo 2017.
Y como es normal en un blog de
fotografía, a continuación algunas fotos de esta tradición que bien se define
como 'Sentimiento de un pueblo', elevada este año a la categoría de
¡Épica!
Gracias Iván por acercarnos con tanto rigor y detalle a la fiesta grande de Caniles a los que no pudimos estar. Los comentarios muy acertados y las fotografías magníficas. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti por tus palabras. Un saludo!
Eliminar